El inicio de cualquier proceso de evaluación siempre mueve cimientos. Así está sucediendo en la evaluación de la actividad científica y de las publicaciones. Por falta de tradición, porque no había hábito de rendir cuentas de la propia actividad, porque se considera una injerencia en la autonomía del editor o del investigador o porque no se comparten las metodologías de evaluación, el caso es que evaluar resulta una actividad convulsa y controvertida.
Sin embargo, hay que afrontarla. No se pueden tomar decisiones, asignar recursos, promocionar a profesores o investigadores sin llevar a cabo una evaluación. Y puesto que la evaluación es necesaria resulta imprescindible desarrollar métodos y/o diseñar indicadores que ayuden a hacer más objetiva esa evaluación y que tengan en permanente consideración las características propias de las Humanidades y las Ciencias Sociales. Ciertamente hay temas de investigación más cómodos que otros, y nosotros afrontamos el nuestro sobre «Editoriales especializadas en Comunicación, Biblioteconomía y Documentación» con la convicción de que podemos aportar algo y podemos ser constructivos en estos procesos tan delicados. Lo hacemos basándonos en metodologías científicas.
Es improbable que se consigan modelos perfectos de evaluación, pero cuanta más investigación haya detrás de los modelos diseñados, mayor probabilidad habrá de que sean cada vez más objetivos y de que ofrezcan más garantías.
Recientemente hemos obtenido los primeros resultados sobre evaluación de editoriales de libros (Giménez-Toledo y Tejada-Artigas. «Valoración de editoriales especializadas en Comunicación, Biblioteconomía y Documentación: encuesta a profesores e investigadores». El profesional de la información, 2012, v. 21, n. 1. https://www.profesionaldelainformacion.com/contenidos/2012/enero/07.html) y se han vuelto a mover los cimientos como se movieron en su día con las revistas científicas. Por eso, es momento de recordar:
- que trabajamos con indicadores o dicho de otro modo, con informaciones que orientan sobre la calidad de las editoriales. Pueden ayudar a tomar decisiones en un proceso de evaluación pero no deben ser automáticamente el resultado de la evaluación. Es necesario subrayar con insistencia este asunto.
- Que éste es sólo el primer paso en nuestra investigación en este campo, que la valoración de las editoriales a partir de la opinión de los expertos es sólo una de las aproximaciones posibles, aunque hay muchas otras (Giménez, E.; Román, A. Assessment of humanities and social sciences monographs through their publishers: a review and a study towards a model of evaluation, Research Evaluation, 2009, 18, 3, pp. 201-213. http://dx.doi.org/10.3152/095820209X471986
- Que las editoriales –como las revistas- actúan en el sector académico y que éste es cada vez más competitivo, por lo cual resulta crucial que sean transparentes en sus procesos de selección de originales, tal y como ya hacen las revistas más importantes.
Sabemos que resulta inevitable realizar lecturas “personales” de los rankings, categorizaciones, etc. Que verse en relación con los demás produce a veces malestar, sorpresa o sensación de injusticia. Sin embargo, el mensaje que tratamos de trasladar es que esos resultados son orientativos, no concluyentes. Siempre hemos defendido que la evaluación de las publicaciones se haga mediante la utilización de distintos indicadores. El caso de las editoriales no es una excepción y tendrán que llegar el resto de estudios y resultados para poder construir con más exactitud herramientas de ayuda a la toma de decisiones.
Por último, y para incidir nuevamente en lo extremadamente delicado de este tema, podemos plantearnos la pregunta ¿acaso no se discutiría una hipotética categorización o ranking establecido por un panel de expertos? Claro que sí: en cuestiones de evaluación todo se discute. Pero, sin duda, las críticas a los sistemas de evaluación se pueden rebatir mejor cuando hay resultados objetivos fruto de la investigación científica.
Elea Giménez-Toledo y Carlos Tejada-Artigas